Viendo según qué programas de televisión uno se pregunta realmente si la hora televisiva vale tanto dinero. Salvo para las empresas que colocan anuncios que han disminuido el tiempo medio de exposición, el coste de estos “programas” por llamarlos de algún modo es ínfimo. Pongamos varios ejemplos:
- Rellenar un programa televisivo con videos de Youtube, a veces con vídeos particulares que han sido colgados en Internet sin ánimo de lucro, a veces incluso con vídeos tomados desde móviles con una calidad pésima, o algún “gracioso” haciendo de las suyas ¿eso implica mérito? Pues lo están emitiendo para una audiencia potencial de 45 millones de personas.
- Haberle pagado a un champiñón que le ha salido a un famoso unos 3.000 euros para que cuente cómo se lo montó – montar de montaje más bien – con un conocido de un amigo de algún otro famosillo, en eternas sesiones de programa de unas tres horas de duración.
- Rellenar un programa con testimonios personales de gente que afirma que “no me gusta mi jefe” o “no me hablo con mi madre”, a cambio de 180 euros y un bocadillo, también en sesiones maratonianas.
- Programas nocturnos en los que quien llama “puede que gane” dinero en efectivo, cuando se ve a la legua que están amañados y que eso es como las antiguas tómbolas de las ferias de los pueblos.
¿Se ha perdido la teoría de la utilidad, en los que la gente pagaba más por lo que se creía que tenía un valor intrínseco?
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