domingo, 20 de enero de 2013

ADIVINA, ADIVINANZA


ADIVINA, ADIVINANZA                                                                

Adivina, adivinanza, dicen los niños
corriendo en su calle Rota
grita a quien persigue y ríe el pillo
de entre los rescoldos las esquinas y las piedras.
De entre la humedad del edificio
alza al inmenso azul diurno y mira
allá donde la bahía cerró sus puertas
y más allá de donde Hércules habita.
Nació entre brumas y pasiones
la perfecta callada en sus arenas
donde sólo se escuchan ecos y susurros;
allí donde la noche convoca formas furtivas.
Crujen las ramas, como lo hacen sus años
se oyen sus voces roncas en el devenir, austero, de tu nombre.
Evoqué tu nombre en la distancia
y en mi mente se dibujaron líneas rectas
almenas y murallas que, gentiles
saludan a los pájaros del mar, las gaviotas.
Y dibujé rutas en sepia desde otros horizontes
idealizada en mi memoria,
rezumando melancolía como todos
dese tu balcón, azul profundo, casi negro.


Tantas infancias perdidas, rincones quietos
tardes de desazón y siesta en el astiaje.
Terminó la calor redonda, y se perfila
el afilado poniente contra el muelle.
Los recuerdos son caprichosos, como las olas
y se enredan verdes como las algas a sus barcos
las calles suben al castillo, y casa cuna, y hospital
y más allá se traza la Regla de sus arcos.
Y aquí en la azarosa noche agosteña
cuando el calor se escucha, las doce, la una
deambula la gente buscando el consuelo
mientras el Castillo juega con la Luna.
Y así mi pasión traicionera me lleva
donde empieza y termina todo, en sus orillas
origen y destino, cuentas de un collar
hecho en resina y en madera y en cal blanca.
Allí aprendimos a amar, soñar al alba
donde escribimos en sus calles con las risas,
los llantos, las carreras, las palabras.
Adivina, adivinanza, dicen los niños
y nosotros nos miramos de mayores
rincones escondidos de memoria
adivina, adivinanza, dónde estás.

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