viernes, 12 de diciembre de 2008

SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS


Dice la maldición "ojalá te veas condenado a vivir tiempos interesantes". Y es así de triste... las épocas de crisis - y no me refiero solo a la económica - son los momentos de creación. Puede que en los momentos de bonanza económica la mente se embota, pero cierto es también que de los momentos difíciles nacen las mejores ideas. Y no estoy defendiendo los momentos actuales. Es triste ser un Ninja en Estados Unidos, es triste ser un mileurista en España. Vivimos momentos que se han comparado con la recesión de final de la II Guerra Mundial, y ahora mismo no vale aquello de prometer "sangre, sudor y lágrimas" que dijo Churchill.

Tiempos interesantes, tiempos duros. La vida avanza a golpes de crisis, siempre repetidas, del dios de la destrucción. El imperio romano cayó, la II Guerra Mundial, Crack del 29... Creados por el único depredador que nos queda: nosotros mismos.

De este período hay que extraer alguna moraleja, sobre todo de quienes pueden influir en el mundo de manera significativa. No podemos olvidar que vivimos tiempos interesantes. Ya existía especulación inmobiliaria en Roma antigua, y Craso - que junto con Julio César y Pompeyo creó el segundo triunvirato - ya enviaba a los bomberos a apagar los incendios de la ciudad en el siglo I antes de Cristo, pero después de que su dueño hubiera firmado la venta por tres perras gordas de la propiedad. ¿hemos aprendido de nuestros errores?, y Roma era carísima, los constructores levantaban edificios de muchísimas plantas con materiales de poca calidad. Era normal que los edificios se vinieran abajo. De hecho el emperador Augusto prohibió que se construyeran edificios de más de 7 pisos. Y en los pisos superiores había una especie de "estudios" pequeñísimos, que valían menos que los bajos porque en aquel tiempo no existían ascensores. Un romano te diría que los precios del primer siglo antes de Cristo en la capital eran "prohibitivos".

Dicen que de las consecuencias de estos momentos surgirán nuevas reglas. Pero francamente, eso es confiar demasiado en los hombres.

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